UNA DESPEDIDA A CHEMA COBO
Por FERNANDO SAEZ PRADAS
Hasta hoy, este es el texto más difícil al que me enfrento, el que nunca hubiera querido hacer, pero dada las circunstancias y el valor que le dabas a las palabras quizás sea una buena forma de decirte hasta luego. Recuerdo la primera vez que hablamos -que nos escribimos- fue vía mail en julio del 2011 y yo andaba en el archivo de la Tate Britain intentando dar forma a lo que luego sería mi tesis doctoral. Esas primeras conversaciones en las que te parecí un niño “pedantón” derivaron en otras que acabaron forjando, tras horas de conversaciones durante altas horas en la madrugada y varios proyectos juntos, en una apasionante amistad.
En esas charlas y visitas a casa -me encantaba rebuscar en tu estudio- hablábamos de pintura, dibujo, cine, música, los años setenta, ochenta, noventa…, tus aventuras por Estados Unidos, y hasta de tenis, que sin yo saber que te gustaba, también acabó uniéndonos. Conversaciones en la cocina porque,aunque ya había oído algo, confirmé que era cierto, el mejor restaurante de Málaga era tu casa. Espero que siga siéndolo.
Nunca tendré palabras suficientes para agradecerte todo lo que he aprendido bajo el paraguas de tu nombre, una parte importante de mi carrera universitaria se ha construido sobre tu trabajo. Me gustaría hacer una parada especial en el proyecto que la Universidad de Sevilla pudo realizar contigo en 2018: El clamor de las moscas. Confiaste en mí para comisariar dicho trabajo en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS), sin ninguna experiencia previa en el campo, al menos no para el nivel que exigía tu obra. A partir de aquí la Universidad de Sevilla incorporó algunos de tus dibujos de los años 70 a su colección. Hoy tengo ganas de volver a verlos, será una forma de recordarte y reconstruir esos días.
La exposición El clamor de las moscas itineró a la Universidad de Granada y luego a la Universidad de Jaén y nos permitió hacer talleres en Sevilla y Granada, donde los alumnos estuvieron encantados con las claves y los comentarios ácidos -cómo no-, que ibas repartiendo entre ellos sobre pintura y arte contemporáneo en general. A veces con el disfraz del Joker, otras como Chema Cobo. No sé si lo habrás visto desde algún lugar, pero muchos de ellos me escribieron estos días lamentando tu marcha.Sabía que estarían encantados, yo ya estaba al tanto de lo que significaba ser alumno en un taller contigo. Recuerdo cuando coincidimos en uno, tu como profe y yo como estudiante en el 2012, y como siempre, las horas de conversaciones que tuvimos.
Llevo unos días teniendo hipotéticas conversaciones contigo -por supuesto de madrugada-, pensando en qué me dirías o dejarías de decir ante estas palabras que te escribo, pues sé de sobra que odiabas la cursilería. Espero que no te lo parezca, pero si es así, tendrás que aguantarte amigo. Necesito escribirte esto, ya que te fuiste sin contestar mi último WhatsApp y nos quedaron cosas pendientes.
Tú y tu trabajo me inspirasteis para escribir varios textos sobre tu obra y tu imaginario, los publiqué en revistas de la Universidad de Málaga, en la de Barcelona, Sevilla, Complutense… ahí quedan. Gracias a ellos y a toda la ayuda que me has brindado he podido crecer académica y artísticamente. El Joker, camaleones, mapas, el estrecho, palmeras, piscinas, ventrílocuos, loros, etc. Una rica iconografía cargada de significados y mensajes con dobles sentidos que has utilizado para obligar al espectador a pensar, llevándolo a lugares incómodos alejados de gran parte de la pintura de hoy, que te parecía placentera y meramente efectista.
Mientras escribo esto en el balcón observo sobre el ordenador a moscas que vuelan sin una ruta definida y pienso en como habrían sido esas obras cuyas ideas me contabas, con ánimo, que tenías en mente para realizar en los próximos días.
Eres el primer amigo que pierdo. Hoy siento que una parte de mi conocimiento se queda huérfano, me asaltan dudas sobre cómo resolveré algunas cuestiones sin tu ayuda. Te voy a echar mucho de menos, gracias por tanto.