UNA ANTIGUA LLAMA
EPICUREA: LA ESCUELA DEL PLACER
16-18 de mayo
Sede del Cicus (c/Madre de Dios)
19:00 horas
Pocas figuras de la Antigüedad tan conocidas pero malentendidas como la de Epicuro, fundador entre los siglos IV y III a.C. de la escuela del Jardín. Su filosofía emancipadora atrajo desde primera hora a los detractores y calumniadores, que lo acusaron de una corrupción moral que ellos, los epicúreos, se esforzaron precisamente por combatir. Es la lucha contra el dolor y contra el miedo y el aparejo de la «eudaimonía» (algo así como la dicha) lo que el Jardín persigue con su «saber para la vida». Su doctrina propone un modelo existencial, se sirve como un fármaco contra la infelicidad, pero a diferencia de los tan actuales libros de «autoayuda» su recetario se enraíza en una completa visión del mundo, ética y física, cuyo centro sería el cuerpo. Su revolucionaria concepción teológica –que no negaba pero apartaba de la vida de los hombres a los dioses, poco o nada influyentes– chocaría con la moralidad de su tiempo y en los siglos venideros Epicuro se convertiría en anatema para el cristianismo, que contribuyó a la popularización de una imagen deformada del sabio: ésa que llega hasta nuestros días, la de príncipe del vicio hedonista. Quevedo pone en claro los motivos de esta mistificación: «errores tuvo Epicuro como gentil, no como bestia; aquéllos le condenan los católicos, éstos le achacaron los envidiosos, y después por hallarle ya común proverbio y único de los vicios, los doctos y los santos le advirtieron por escándalo». Pero la nómina de sus defensores dibuja –junto a los textos que del maestro se conservan– el verdadero rostro de Epicuro: lo ensalzaron y tomaron por modelo espíritus tan singulares como Diógenes Laercio (que espigó en sus Vidas de filósofos ilustres jugosas anécdotas de las principales escuelas), Séneca (que admite, como estoico, que pasa al campo enemigo para aprovechar algunas máximas morales del griego), Horacio (que se autoproclamó famosamente «cerdo de la piara de Epicuro»), Montaigne o Lucrecio, que escribió: «Cuanto en todo el mundo la vida humana permanecía ante nuestros ojos deshonrosamente postrada y aplastada bajo el peso de la religión (…), por vez primera un griego se atrevió a levantar de frente sus ojos mortales, y fue el primero en hacerle frente».
Es posible seguir el rastro a la filosofía del Jardín en autores bien diversos. En «Epicurea: La escuela del placer» se dan cita algunos de los principales estudiosos y traductores de aquellos poetas iluminados por el «alma grande y generosamente docta» de Epicuro. Carlos García Gual es uno de los helenistas más prestigiosos de nuestro tiempo, ha traducido y estudiado las fuentes de la filosofía epicúrea (véase su Epicuro, Alianza Editorial); Aurora Luque es poeta y responsable de espléndidas traducciones de poetas como Safo, epicúrea avant la lettre (véase Safo: Poemas y testimonios, Acantilado); Francisco Socas, admiradísimo traductor y maestro de latinistas, ha traducido a aquel «evangelista en Roma de Epicuro» que fue Lucrecio (La naturaleza, Gredos); Juan José Tejero es traductor de griego antiguo y moderno, ha vivido en Grecia y es editor de la colección Romiosyne; Rosario Moreno Soldevila ha traducido y editado a Marcial, de quien es una de las primeras especialistas, y prepara en la actualidad la traducción de sus Epigramas para la editorial Akal, junto a Alberto Marina Castillo, editor (La Piedra Lunar) y coordinador del club de lectura «Una antigua llama» (Cicus).
PROGRAMME
16 de mayo
–Presentación del ciclo: Ignacio F. Garmendia
–Carlos García Gual: «Tres epicúreos fervorosos y diversos: Filodemo de Gádara, Diógenes Laercio y Diógenes de Enoanda»
–Aurora Luque: «Safo baja al Jardín: apuntes sobre la poesía sáfica»
17 de mayo
–Francisco Socas: «Lucrecio: Evangelista en Roma de Epicuro»
–Juan José Tejero: «Últimos ecos del hedonismo en la literatura griega»
18 de mayo
–Rosario Moreno Soldevila: «Breviario de la buena vida: algunos epigramas de Marcial»
–Alberto Marina Castillo: «Virgilio: el epicúreo melancólico»