Javier Andrada
Del 9 de mayo al 31 de julio
Sala Casajús. CICUS
De lunes a viernes de 11 a 21 h. sábados y festivos cerrado
Desde 18 de junio cerrado de 14 a 18 h.
Playa Negra es la puerta de entrada a Floreana, la más pequeña de las islas habitadas de las Galápagos. Allí convivió Javier Andrada entre 2009 y 2015, en seis ocasiones diferentes de varios meses cada una, con Pedro Cantero y Esteban Ruiz Ballesteros como miembro de un equipo de investigación antropológica. El uso de la fotografía se reveló parte consustancial en el método etnográfico empleado, no sólo en el registro final, sino también en las fases previas de observación del entorno y sobre todo por facilitar la fluidez del diálogo con los habitantes de la isla. Todo ese trabajo se editó en 2015 como libro con el título de “Floreana, islamundo en Galápagos”.
A partir del gran archivo de fotografías obtenido entonces, Floreana se muestra ahora como una exposición autónoma que quiere recorrer la diversidad natural y humana de la isla. En el imaginario colectivo, Galápagos puede aparecer como un paraíso intocado, original, donde Charles Darwin llegó en 1835 y tomó apuntes decisivos para elaborar su teoría de la evolución, pero actualmente el archipiélago está poblado por 30.000 habitantes y en Floreana, de manera muy evidente, se debaten otras cuestiones relacionadas con el binomio naturaleza-cultura: conservación ambiental, sostenibilidad, turismo, mercado o comunidad frente al estado.
La exposición, más allá del mito y la leyenda, es un encuentro con el presente de Floreana; isla de origen volcánico con una población cercana a los 150 habitantes que apenas ocupan el 2% de la superficie en dos zonas muy diferenciadas, la playa y la parte alta. El resto es zona protegida, el parque natural de Galápagos.
El recorrido visual se abre con el mar y se estructura en cuatro bloques temáticos (materia elemental, familias, construcciones y la galapaguera) presentados como polípticos sobre los que inciden numerosas fotografías de diversos tamaños, enriqueciendo sus contenidos a la vez que sirven como elementos de conexión entre los temas básicos, componiendo un recorrido unitario donde cada detalle es válido por sí mismo pero alcanza su sentido pleno como parte de un todo que es, al fin y al cabo, Floreana. Como no podía ser de otra manera, el itinerario circular se cierra con el mar: una suerte de partitura fotográfica para ser interpretada por el espectador.
A pesar de la importancia del paisaje, la vegetación y la fauna autóctona, la clave dominante está centrada en la comunidad que puebla Floreana, en el habitar la isla. Y es que, como dijo el poeta John Donne: Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.